C253
La noche era oscura.
En una escarpada carretera de montaña bordeada por abruptos acantilados.
Había quien saltaba al pie de las montañas, un lugar al que ni siquiera los herboristas locales estarían acostumbrados.
Un hombre cuyos ojos dorados brillaban en la oscuridad junto a otro que utilizaba un juego de pies ligero y avanzaba pisando hierba y ramas.
Cualquiera que presenciara esta escena se quedaría boquiabierto. Sin embargo, los rostros de estos dos individuos, que mostraban un espectáculo tan poco común, distaban mucho de estar tranquilos.